miércoles, 14 de marzo de 2007

¿Tinta e internet?


Ciro Gómez Leyva

"A mí que me den 400 hombres armados y termino con esta guerrita en una semana", dijo hace más de un año el mítico líder de los ganaderos de la región de Altamirano, Jorge Constantino Kanter. Como, desde luego, nadie le dio los 400 hombres, la guerrita sigue viva y negociándose.
Los enemigos de Constantino Kanter aseguran que ante el despecho, él mismo (del brazo de sus aliados ganaderos) se dio a la tarea de juntar a los 400 hombres. Como, desde luego, las huestes kanterianas (que no kantianas) carecen de armamento sofisticado y de una organización clausewitiana, y como el enemigo es más poderoso de lo que pensaban, la guerra sigue viva.
Tan viva que, por ejemplo, el 5 de octubre del año pasado, 200 encapuchados que despedían el sulfuroso aroma zapatista, con metralletas R-15 y fusiles AK-47 en las manos, saquearon cuatro ranchos en el municipio de Las Margaritas y se llevaron 500 cabezas de ganado.
Como estas historias se repetían hasta el desahucio, los inversionistas se habían puesto muy nerviosos y el tal Marcos (véase foto inferior) seguía con sus insolencias, el presidente Ernesto Zedillo ordenó la mayor movilización policiaco-militar de que se tenga memoria en el México posrevolucionario. Por fortuna, el EZLN logró escapar, evitando una serie de batallas (¿o escaramuzas?) que sólo Dios sabe cuánta sangre hubieran costado.
Como puede ver, señor secretario de Relaciones Exteriores, estos son sólo cuatro botones de muestra para pensar que su declaración ("La guerra en Chiapas es de tinta e internet") fue, digámoslo así, poco afortunada.
Pero como Mañana salió a hacer una consulta y encontró que seis de cada diez entrevistados en la ciudad de México piensan más o menos como José Angel Gurría, y como probablemente alguien vaya a leer esta revista en el año 2050, cuando nadie se acuerde de Ocosingo, Samuel Ruiz et al, y como nuestros reporteros vieron sangre (y tinta, es cierto) en los Altos y la selva, y órdenes de aprehensión (escritas en rudimentarias máquinas Olympia, no en redes cibernéticas) ofrecemos una lista elemental para hacer ver a los lectores del próximo siglo que la de Chiapas fue algo más que una guerra de periódicos, comunicados y computadoras:
Las siniestras imágenes de la batalla de Ocosingo.
Los ataques guerrilleros contra un cuartel militar.
Treinta mil soldados del Ejército Mexicano movilizados.
La sociedad chiapaneca partida en dos.
La sociedad mexicana partida en dos, tres o más partes.
El establecimiento de "zonas francas" durante un año.
Cuarenta por ciento de la tierra útil invadida.
Veintiún mil hectáreas afectadas.
El gobierno debió pagar un promedio de 4 mil 500 nuevos pesos como indemnización por hectárea afectada.
Es decir: pagó 94 millones 500 mil nuevos pesos. Es decir, mucho, mucho dinero.
Más de 10 mil vacas robadas (o secuestradas o expropiadas, según se quiera ver).
La segunda ciudad ganadera del estado, Altamirano, es hoy un pueblo fantasma.
El comercio se desplomó 50 por ciento.
La producción de café, 50 por ciento.
La industria, 40 por ciento.
La agricultura, 40 por ciento.
Hubo 50 enfrentamientos armados por presuntos conflictos electorales, sociales, comunales.
Algunos, como el de Chicomuselo (enero 10 de 1995), arrojaron un saldo de siete muertos.
Quienes hayan estado en Chiapas, saben ya lo que es el "clima de guerra civil".
El gobierno dijo que "el conflicto de Chiapas" había sido uno de los factores que provocó la crisis financiera de diciembre de 1994.
Diez días de negociación en 1994.
Un comando "clandestino" de Ernesto Zedillo para negociar con los insurgentes antes del 1 de diciembre de 1994.
Cuatro encuentros entre las partes en 1995.
Una Ley para el Diálogo, la Paz y la Conciliación.
Miles (nunca bien cuantificados) de indígenas desplazados.
Terribles denuncias de violación a los derechos humanos.

Ojalá la de Chiapas hubiera sido una guerra de Nintendo. Qué más hubiéramos deseado que desconectar los cables e irnos a dormir.

Texto publicado en la Revista Mañana, 1994

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